martes, 18 de diciembre de 2012

Sobre los cojones del caballo de Espartero


Ya que los españoles estamos condenados a repetir la historia, conocer nuestro pasado probablemente sea el método más fiable que tenemos para descifrar nuestro futuro. 

Moría Fernando VII y su hija Isabel II, la que Galdós apodó como la de los tristes destinos, ascendía al trono de España el 29 de septiembre de 1833, sin haber cumplido todavía los tres años de edad.

Dado que en España siempre ha habido personas con las ideas muy claras decididos a luchar y a hacer morir y sufrir a los demás por ellas, aquella España mía tuvo la mala suerte de que la mitad de estos pensaran que la corona debía posarse sobre la pequeña cabeza de Isabel, y la otra mitad en que don Carlos María Isidro de Borbón, tío de Isabel por parte de padre y tío-abuelo por parte de madre, fuera el coronado. A los seguidores de don Carlos, los Carlistas, no parecía molestarles que la Corona le quedara un poco grande a Isabel, sino más bien les incomodaba que su pequeño sexo fuese femenino. El resultado fue medio siglo de sangrientas y crueles guerras.

Hasta la mayoría de edad de Isabel, su madre, María Cristina Borbón-Dos Sicilias, sería la que debía regentar el trono. Su oposición a una Ley electoral de Ayuntamientos, unida al empeño de un sargento a que olvidara demasiado pronto a su majestuoso difunto, hicieron que el 12 de octubre de 1840 con un amplio apoyo popular, Espartero mandara a Francia a María Cristina y asumiera él mismo la Regencia, nombrando a Arguelles canguro de Isabel.

En aquella época los militares que habían conseguido prestigio con la guerra, eran considerados héroes y algunos contaban con gran respaldo popular. Espartero había luchado contra la Ocupación Napoleónica, en la Rebelión Independentista de las Colonias Americanas y tuvo un papel muy destacado en la victoria de la primera Guerra Carlista propiciando el abrazo de Vergara. Espartero era aclamado en todas partes.

Aunque no era la primera vez que los militares tenían el poder de un país, fue el caso de Espartero el que sentó precedente. Desde entonces se repetirá con frecuencia.

Los partidos políticos de la época también estaban dirigidos por militares. Los liberales progresistas por el propio Espartero; los liberales más moderados por Narváez y los demócratas, por el general Prim.

Pero el general Espartero no supo rodearse del espíritu liberal que le había llevado al poder. De hecho, ejerció la Regencia en forma de dictadura militar. Como ejemplo de su manera de gobernar cabe mencionar el bombardeo artillero que ordenó contra la ciudad de Barcelona por las revueltas y protestas que criticaban su política librecambista. El balance final de sus “antidisturbios” se saldó con: 1.014 proyectiles lanzados, 462 edificios destruidos o dañados y entre 20 y 40 muertos. Con la frase “a Barcelona hay que bombardearla al menos una vez cada 50 años”, dio carpetazo al tema.

El deterioro político y económico alcanzó proporciones muy grandes. La impopularidad de Espartero había crecido de tal manera que hasta los liberales que le habían apoyado tres años antes, conspiraban contra él. Sofocó un golpe de Estado, fusilando a sus cabecillas Diego de León y Manuel Montes de Oca.

El 11 de junio de 1843 la sublevación de los moderados obligó al general a abandonar el poder y marchar al exilio a Londres.

Con la caída de Espartero, el conjunto de la clase política y militar llegó al convencimiento de que no debía instalarse una nueva Regencia, sino reconocer la mayoría de edad de la Reina, a pesar de que Isabel tan sólo contaba con trece años. Grandes problemas, grandes soluciones.

Tras 5 años paseando a las orillas del Támesis, Espartero vuelve a España. Isabel II le repone todos los honores, y aunque participa en algunos asuntos oficiales no reaparece en la primera línea política hasta el Bienio Progresista (1854-56) que compartiendo el liderazgo con O'Donnell es nombrado Presidente de Gobierno.

El 19 de septiembre de 1868 al grito de "¡Abajo los Borbones! ¡Viva España con honra!" se enviaba a Isabel II al exilio francés.

Entonces Prim ofreció a Espartero ser Rey de España, cargo que no aceptó por sentirse viejo y cansado.
.
Algunos años más tarde el Rey Amadeo I le concedió el título de Príncipe de Vergara que sumó a los de Duque de la Victoria, Duque de Morella, Conde de Luchana, y Vizconde de Banderas. La I República le respetó todos sus títulos.

¿Y que tiene que ver todo esto con los cojones de su caballo?

A los pocos años de su fallecimiento, Gilbert esculpía al General montando su caballo. Eligió para enclavar la estatua uno de los lugares más emblemáticos de Madrid: la calle de Alcalá esquina con la calle O’Donnell, frente al Parque del Retiro. Lo que más llamaba la atención de la escultura eran los testículos del caballo.

Esto propició que rápidamente, y haciendo un símil con la valentía del militar, se empezase a utilizar expresiones como "tienes más cojones que el caballo de Espartero"


Seguramente es bueno que haya monumentos que rememoren a personajes como Espartero para que quede un recuerdo duradero y no se nos olvide nada de lo que hicieron por España y por la humanidad.

Es por ello que creo que tendría mucho más sentido que en vez de en Madrid deberían haber colocado la estatua de Espartero sobre su caballo en mitad de las Ramblas de Barcelona.

Con dos cojones.

3 comentarios:

  1. juer...
    yo me quedo con la estatua de Belver al Angel Caído que está en el Retiro. Es la única del mundo dedicada al diablo. Qué mejor lugar para situarla que en Madrid, residencia de borbones y gallardines, expertos en azufres y gobernar con dolor.
    Como peculiaridad tiene que está situada a 666 metros por encima del nivel del mar.
    Tiene cojones la cosa.
    Mas que el caballo de Espartero que, dice la leyenda, era yegua.

    ResponderEliminar